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LOS 85 AÑOS DE DON ALEJANDRO

orlando_e_alejandro“El en Club Habana, ante cientos de invitados, recibió la placa de embajador del tabaco cubano, muchos regalos y hasta un gallo fino de pelea.”

Por ORLANDO QUIROGA
“HOMBRE HABANO 2004” – leggi l’articolo in italiano

El hijo de Maruto Robaina, Don Alejandro, salió temprano de su reino en Cuchillas de Barbacoa, en el mismo corazón de la rica zona tabacalera de San Juan y Martínez, en la Vueltabajo de Cuba.

No era para menos. Lo estaban aguardando cientos de amigos en los salones del Club Habana para celebrar sus 85 años de vida, en una fiesta organizada por la dirección del club y por Enrique Mons, Director de la legendaria tienda de tabacos del lugar.

Don Alejandro apareció vestido con una linda camisa azul de seda italiana, y comenzó el brindis que incluyó licores y bebidas naturales de frutas, tamal en cazuela (plato típico a base de harina tierna de maíz), pescado cocinado en limón, camarones, muelas de cangrejo y un delicioso pastel de cumpleaños, especialidad de la casa (y secreto también, porque no dicen cómo logran hacer tal delicatessen).

Me correspondió decir unas palabras por designación del propio Robaina, y entonces llegaron los compañeros de la Corporación Habanos con una placa en metal plateado en la que se lee el objetivo del regalo: “Esta es la casa embajada del tabaco cubano”.

El italiano Eugenio Zapaterra le obsequió uno de sus preciados humidores en cedro y cristal y entonces uno de los invitados mostró el regalo estrella de la noche: un precioso gallo fino de pelea que hacía esfuerzos por soltarse de sus amarres y comenzar la lucha para la que ha sido designado por la naturaleza.

Otra sorpresa para Robaina lo fue la presencia de Conrado Marrero, pitcher estelar del baseball cubanos en los años cincuenta a quien Robaina admiró mucho. Marrero, con sus noventa años, encendió y disfrutó de un aromático puro Don Alejandro que el propio Robaina le encendió con su mechero de tres fuegos.

Robaina solicitó un deseo que le fue complacido, ¡cómo no!: retratarse con todas las lindas muchachas y señoras de la fiesta, que lo fueron besando una a una. Entonces él recordó el verso del poeta:

“Las hijas de aquellas que amé tanto
me besan hoy como se besa a un santo”.

Robaina, con su sencillez habitual de hombre de campo, que nunca ha dejado de ser a pesar de haber recorrido medio mundo, agradeció que todos estuviéramos allí con él, amigos que son una extensión de su familia de la que ha perdido, en los últimos tiempos al hijo, a la hermana y a la esposa de toda una vida.

Noche muy feliz en salones de mármol y cristal fino para uno de los hombres más modestos que existen, a pesar de tener un reinado en su finca y un tesoro en su corazón.